(A mí me gusta esa España que anuncia las despedidas con un “vamos a ir despidiéndonos”. Esa España que le dice a un colega “ya te contaré con calma” después de haberle abrasado con una chapa de cuatro horas, ocho tercios, dieciséis bostezos mal contenidos y un único y severo dolor de cabeza. Me gusta esa España que ocupa los primeros puestos mundiales en valor solidario y detesto cuando clama sólo si la injusticia ocurre fuera de sus fronteras. No me gusta esa España que difama y desacredita, correveidile, que algo siempre queda. Pero es a esa España a la que se regresa, siempre y antes o después. Este fue mi año -fotográfico, el más irregular y extraño de todos, con final feliz, puro optimismo-, y aquí, a España, he vuelto. Aunque seguiré yéndome. Sólo eso. Sólo 2015).